Por: Lic. Luis Edmundo Espino Salgado
No muy lejos de la Semana Santa, Joe Biden realizó su representación del tortuoso camino de Cristo en su ascenso al monte Calvario. Dicha dramatización se llevó a cabo en las escalinatas de su avión presidencial dónde se trompicó, se puso el pie y fingió un penal en menos de seis escalones. Al final, salió bien librado con la cara de vergüenza matizada por su cubre bocas.
Hablando del presidente favorito de los mexicanos, Joe Biden, la semana pasada, abusando de la diplomacia, llamó asesino a su homólogo ruso Vladimir Putin. Este acto puede verse desde dos ópticas distintas: la matona o la electorera. La primera podría interpretarse como el preámbulo de una nueva guerra fría. La segunda se entendería simplemente como un alarde para quedar bien con sus conciudadanos.
Por si fuera poco, esta semana el presidente de Los Estados Unidos negoció el préstamo de poco más de dos millones de vacunas Astra Zeneca hacia a México a cambio de una contención del flujo de centroamericanos. En términos llanos, le pidió al peje que barriera bajo las alfombras porque ya se anda empezando a notar el cochinero. A diferencia de Donald Trump que amenazó con imponer aranceles, Joe Biden optó por una motivación positiva y asertiva. La única diferencia es que en lugar de ofrecernos una zanahoria nos están enviando vacunas que ni los europeos se quieren poner.
Una más del otro lado. El Jefe del Comando Norte de Estados Unidos, (un general abajito del Capitán América) aseguró que el 35 por ciento del territorio en México es ingobernable debido al narcotráfico. El gobierno mexicano considera ese dato como muy optimista y se abstuvo de presentar declaraciones al respecto. Sin embargo, filtró dos videos que retratan la realidad del país, el primero, la balacera en Guayabitos que dejó un total de cuatro muertos. Y el segundo, el célebre video de La Chancla, donde se armó tremendo zafarrancho en playas acapulqueñas tras un fallido correctivo que causó daños colaterales.
Mucha indignación causó la arbitraria declaración del AMLO (¿ora qué?) de modificar la Constitución en caso de un fallo adverso en tribunales que perjudique su contrareforma. Dicha declaración podría considerarse como una afrenta si nuestra constitución vigente no se hubiera modificado al menos 741 veces.
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